Aída Carballo: entre pinceles y sueños surrealistas
Definida por el crítico Ernesto Schoo como “Goya con ternura”, se inició muy joven en las artes, expuso en todo el mundo y ejerció la docencia, a pesar de un período traumático de su salud mental. grabado, dibujo, pintura surrealista, ilustración y cerámica. Incursionó en el grabado, dibujo, pintura, cerámica e ilustración de textos literarios.
“Autorretrato con autobiografía” (1964), lápiz sobre papel. Foto: Télam
En el vibrante universo de la escena artística argentina del siglo XX, Aída Carballo destaca como una figura singular y enigmática. Nacida en Buenos Aires en 1916 y fallecida el 19 de abril de 1985 en la misma ciudad, Carballo dejó un legado artístico multifacético que abarca grabado, dibujo, pintura surrealista, ilustración y cerámica.
“Manzanas de Río Negro”, de la serie “Los amantes” (1965). Foto: Gentileza Ruth Benzacar
Un viaje artístico impregnado de ternura
Aída Carballo fue hija de Raúl Carballo, un destacado diputado socialista, y desde temprana edad demostró su inclinación hacia las artes. “Aída nació un frío mediodía de julio, en San Telmo. Esa niña de mirada profunda, pies pequeños y piernas regordetas que escondía por vanidad, fue formándose a partir de una sensibilidad y una pasión que, con el tiempo, aprendió a traspasar al papel con un marcado surrealismo reo, muchas veces comparado con los personajes de Roberto Arlt. En su obra ‘Autorretrato con autobiografía’, la propia Aída se describe como una pequeña inquieta, traviesa, de mechón despeinado, la misma que solía escupir en la cabeza del turco del negocio de abajo desde el refugio de su balcón. Luego, se definía como la adolescente con vestido claro y color carmín que ingresaba a Bellas Artes, las divertidas mañanas en la escuela de la costanera; o como la artista de las cerámicas refinadas, actividad a la que dedicó buena parte de su vida hasta sumergirse en el mundo de la estampa” (Elizabeth Van Perdek, “Aída Carballo: Cuatro perfiles”, Revista Sudestada N°39).
Bajo la tutela del pintor Pío Collivadino, comenzó su formación artística, que posteriormente la llevaría a la Escuela Nacional de Bellas Artes Prilidiano Pueyrredón (donde se graduó en 1937) y a la Escuela Superior de Bellas Artes de la Nación Ernesto de la Cárcova. En 1945, Carballo asumió la posición de profesora de Cerámica en la Prilidiano Pueyrredón, y de profesora de Grabado en 1949.
El crítico Ernesto Schoo, en una descripción poética, la definió como “Goya con ternura”, una pasajera que se bajó en la estación equivocada, pero decidió quedarse, motivada por la curiosidad y, sobre todo, la compasión.
“Autorretrato con narices” (1964); aguafuerte, aguatinta s/papel. 64.5 x 49.5 cm. Foto: Gentileza Museo de Artes Plásticas Eduardo Sívori
Éxito internacional y reconocimientos
Participó en prestigiosas exposiciones a nivel nacional e internacional, destacándose su presencia en la Bienal de México en 1960, así como en las exposiciones de grabadores argentinos en Tokio (1961) y Sudáfrica (1962). Además, el Gobierno de Francia la patrocinó en un enriquecedor viaje de estudios entre 1958 y 1959, consolidando su presencia en la escena artística internacional.
A pesar de sus logros, la vida de Carballo estuvo marcada por internaciones en hospitales psiquiátricos después del fallecimiento de su padre en 1952. Este aspecto de su vida añade una capa de complejidad a su narrativa artística, destacando su lucha personal y su compromiso con el arte a pesar de las adversidades.
“Muchacho de la esquina” (1977); litografía, 64 x 48,5 cm. Foto: Gentileza Museo de Artes Plásticas Eduardo Sívori
Legado póstumo y reconocimiento tardío
Carballo, valorada entre sus colegas como una artista de culto, no alcanzó la popularidad y el reconocimiento que merecía en vida. Sin embargo, su obra ha sido objeto de retrospectivas póstumas, como la realizada en el Fondo Nacional de las Artes en 1990 y en el Museo Nacional de Bellas Artes de Buenos Aires en 1996.
En 2009 se vio por primera vez en el Espacio de arte de la Fundación Osde de Buenos Aires, en junio de 2009, la muestra “Entre el sueño y la realidad”, curada por Gabriela Vicente Irrazabal. De allí itineró al Museo Juan Yaparí de Posadas (2009), al Museo de Arte Contemporáneo (MAC) de Salta (2010), al espacio de arte Osde Filial de Villa María, Córdoba (2010), al Museo de Bellas Artes de Tandil (Mumbat) en 2015, al espacio de arte Osde Filial Pergamino (2015), al Museo Provincial de Bellas Artes Emilio Pettoruti de La Plata (2016), al espacio de arte Osde filial Córdoba (2016) y al de la filial La Rioja (2017).
Según explicaba la curadora, “todo lo que a Aída le interesaba tenía que ver con su entorno. Las casas y sus zaguanes, las terrazas y vistas urbanas, sus vecinos y sus gatos. Transitó por la abstracción y por el movimiento pop. Retratos y autorretratos son otro tema recurrente, lo autorreferencial también está presente en su obra; el deseo de Aída es hacernos partícipe de su vida. Casi como una corresponsal o una cronista va dejando un registro preciso y precioso de sus pasos”.
“Calvos herméticos”; grabado, aguafuerte, 49 x 64 cm. Foto: Gentileza Museo Nacional de Bellas Artes
Exploración a través de series únicas
La obra de Carballo se distingue por series temáticas que exploran dimensiones surrealistas y emocionales. Entre estas se encuentran “Los locos”, seleccionada como la mejor de la temporada por la Asociación de Críticos de Arte en 1963; “Los amantes" (1965) “Los levitantes” (1967), “Los colectivos” (1969), y “Las muñecas” (1975), entre otras. Su versatilidad artística se extendió incluso a la ilustración de libros para niños, incluyendo la célebre obra "Misteriosa Buenos Aires" de Manuel Mujica Láinez, así como colaboraciones en la sección de Literatura del diario La Nación entre 1974 y 1984; lo que le valió el Premio Konex como grabadora en 1982, una de recibió distinciones tanto en Argentina como en el extranjero.
“Yo creo tener dos fuentes de inspiración (...) Una muy irracional, sumergida en una zona inconsciente, sutil. Y la otra el entorno. Yo extraigo la anécdota de los aconteceres cotidianos: del colectivo repleto, de la calle, de los patios, de los vecinos, así como viene de afuera yo lo recibo y lo asocio a aquella sensación interior. Así hago que confluyan ambos ríos”, escribió alguna vez la propia artista.
“Vecinas del sur” (1977), litografía. Foto: Gentileza El Ganso Negro
Discípulos y legado educativo
La influencia de Aída Carballo se extiende más allá de sus creaciones. Entre sus discípulos se encuentran nombres destacados como Fermín Eguía, Eduardo Iglesias Brickles, Cristina Santander, Ana Tarsia, Bibiana Martin, Marcia Schwartz, Marta Belmes, María Inés Tapia Vera, Norma Bessouet, Natalia Kohen, Pablo Páez y Dan Arenzon. Su compromiso con la enseñanza y el impacto en las generaciones futuras de artistas consolidan su posición como una figura central en la transmisión del conocimiento artístico.
Ocupó el cargo de vicepresidenta de la Sociedad Argentina de Artistas Plásticos en 1984, consolidando su compromiso con la promoción y el desarrollo de las artes visuales en el país.
Ilustración para “Misteriosa Buenos Aires”, libro de Manuel Mujica Láinez. Foto: Gentileza Edhasa
Premios y reconocimientos
A lo largo de su carrera, Carballo fue honrada con varios premios, destacando el Gran Premio de Honor del Salón Nacional en 1964 y el Premio Konex por grabado en 1982. Estos reconocimientos subrayan su contribución excepcional al panorama artístico argentino.
La obra de Aída Carballo, impregnada de surrealismo y ternura, sigue resonando en el arte argentino contemporáneo. Su capacidad para fusionar el realismo mágico con la compasión la posiciona como una de las artistas más singulares y conmovedoras de su generación.
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